Desde el inicio de las comunicaciones inalámbricas, los gobiernos de países en distintas regiones del mundo han cooperado para desarrollar y gestionar un sistema para la regulación internacional del espectro. El uso pacífico fue un motivo importante, luego de la intensa rivalidad militar que tuvo lugar entre naciones europeas a comienzos del siglo XX. Las principales potencias europeas contaban con distintos tipos de telégrafos para la comunicación con y entre embarcaciones militares y comerciales, y debido a esto era posible que buques de dos países distintos pudieran colisionar en medio del océano. O que señales de emergencia emitidas en forma desesperada por una embarcación no fueran captadas por otras cercanas. Dado que la seguridad en el mar era una cuestión de suma importancia, los países trabajaron conjuntamente para diseñar la interconectividad entre sistemas de telegrafía y asignar frecuencias radioeléctricas para las comunicaciones entre las embarcaciones y las estaciones costeras. Estos acuerdos en distintas regiones del mundo finalmente se combinaron para conformar varios sistemas intergubernamentales a gran escala de regulación del espectro radioeléctrico, y está en la origen de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
Si bien la cooperación pacífica fue un aspecto importante de la gestión internacional del espectro radioeléctrico, las ventajas económicas que reportaría el uso industrial también incidieron significativamente en los cálculos gubernamentales. Normalmente solo una porción finita del espectro está disponible para un fin determinado, y los gobiernos compiten intensamente entre sí para conseguir que las especificaciones técnicas de una determinada banda estén alineadas con el uso industrial que dan a esa banda en el plano interno.
A medida que se fueron desarrollando nuevas tecnologías, fue posible para múltiples usuarios e industrias compartir frecuencias asignadas para distintos fines. Esto requiere coordinación y estándares técnicos. El wifi, por ejemplo, utiliza bandas compartidas con numerosos dispositivos para una amplia variedad de fines. Otras industrias relevantes, como las emisoras de radio y televisión y los proveedores satelitales, a menudo son renuentes a compartir frecuencias con otros sectores, como proveedores de telefonía móvil y dispositivos wifi, incluso cuando hay tecnologías que podrían reducir al mínimo la interferencia. Las naciones que son miembros de la UIT a veces cuentan con su propia regulación del espectro y con industrias que ejercen una influencia económica o política significativa.
Debido a ello, la asignación de espectro y la participación estándar no son, en ningún caso, una cuestión estrictamente técnica. Son muchos los enfoques de la gestión y la asignación del espectro que se pueden adoptar desde una perspectiva técnica. Cada enfoque podría tener efectos distintos en cuestiones críticas, como si el espectro está disponible para los usuarios locales, la competencia en servicios de telefonía móvil o la ampliación de la conectividad inalámbrica a zonas rurales.
Por ende, las pautas generales sobre asignación y gestión de espectro se definen a nivel internacional. Sin embargo, debido a que los países no están obligados a aplicar las recomendaciones de la UIT, pueden adoptar sus propias normas. A menudo son los países económicamente desarrollados, como Estados Unidos, Japón o la UE - donde la mayoría de las tecnologías innovadoras son primero testadas y lanzadas - , los que experimentan con normas nacionales, y luego procuran que la UIT armonice estas normas con sus asignaciones. Esto puede redundar en innovaciones significativas, pero también podría implicar que se ignoren las necesidades de países menos desarrollados.
Antes de continuar, le aconsejamos ver la siguiente entrevista con Nathalia Foditsch sobre la importancia de espectro en América Latina.